EN EL TOKI - ASIER KABRATXO 4
En Punta Mango, El Salvador
Cambiaste de continente. ¿Mismos problemas, misma pobreza, misma gente o era otro mundo?
Yo creo que la diferencia entre África y América Latina es que en África la gente se muere de hambre y en América Latina la gente pasa muchísima hambre, pero no se muere de hambre, y eso es parecido pero muy diferente. Y en América Latina los códigos son más fáciles para nosotros, se comparte el mismo idioma… Y a mí lo que me sorprendió de América Latina, y en Honduras en concreto, fue el tema de la criminalidad. Era una cosa horrible. Tenías que estar viviendo como encerrado entre cuatro paredes, ir en coche a todos los sitios, y era un poco asfixiante. Pero con todo vi que estaba empezando mi carrera profesional y hay que apostar a cualquier cosa. Vi que cerca de Tegucigalpa, de donde vivía, a tres horas, había una zona con olas muy, muy buenas, y me traje mis tablas de surf y comencé a hacer lo que pude para hacer surf allí.
Bien. Hemos vuelto al hilo de lo que nos interesa. Surfeabas en El Salvador. El Salvador es un país con tradición surfera desde la época de los años 70, de los primeros norteamericanos que bajaban a explorar Centroamérica. ¿En qué sitio surfeabas?, ¿cómo te lo montaste?
Yo surfeaba en Las Flores. Lo acababan de medio descubrir. No era tan famoso como las olas que están cerca de San Salvador, que es de donde hemos visto videos de los años 70, de los gringos que bajaban hasta allí y todo eso. Este es un sitio que estaba a tres horas de San Salvador y a tres horas de Tegucigalpa, que es la capital de Honduras y que es donde yo vivía. Al principio Amalia mi pareja y yo estábamos allí, pero no teníamos coche, no teníamos dinero para viajar. Yo ganaba 800$, no trabajaba Amalia, y estábamos muy apurados, pero cuando comenzamos a viajar y ya conocimos el sitio, yo vi esa ola y se me iluminó el mundo.
Encima paso algo curioso. Conociste a un salvadoreño que vivía en Honduras y que compartía tu afición.
Pues sí, le conocí a Alfonso ahí, un salvadoreño. Y le conocí porque se cogió una ola y se pegó un guiñapo contra las rocas (risas) que le hizo una croqueta en las rocas, peor que las del Ritxar (NR: Ritxar Etxebarria) en Arrastrakulos.
En las dos rocas del take off…
Sí, apuró y el tipo, pues tenía un poco estilo Laga, como nosotros.., y se pegó un guiñapo guapo. Y desde entonces, pues, le pregunté que cómo estaba y de dónde venía, y me dijo que de Tegucigalpa, y ahí nos conocimos. Y desde entonces fue muy bueno que pudiéramos ir juntos a hacer surf desde Tegucigalpa, aunque fueran tres horas. Nos íbamos y regresábamos en el mismo día, y…
Eran tres horas, pero qué tres horas….
Tres horas en las que te jugabas un poco la vida, unas curvas que te mueres y ahí la gente es muy macho, no…
En la panamericana (risas)…
En la panamericana, todos adelantaban en la curva, los h.d.p.. Y el Alfonso, como era salvadoreño, estaba acostumbrado e iba tranquilo, siempre conducía él y yo con la sensación de que me jugaba ahí más la vida que en cualquier otro lado, pero cogíamos unas olas de p.m. y eso compensaba.
Sí, porque Tegus es una ciudad dura.
Tegus es una ciudad muy beligerante. Es típica ciudad latinoamericana pero, muy, muy insegura. No se puede andar prácticamente por la calle, sólo en los centros comerciales. Se incentiva poco la cultura, no hay apenas librerías, pocos conciertos, es una injusticia lo que le ha tocado sufrir a su gente, a quienes les guardo mucho cariño. Allí hemos conocido a gente muy especial para Amalia y para mí como sus colegas de trabajo o o Fernando, cantante del grupo de rock Tropa de Baco.
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